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A poco más de una hora de la puesta de sol, aparcamos el coche en la entrada de lo que queda de la fábrica de San Claudio. Nos dirigimos primero a las dos naves que vemos en frente nuestra nada más entrar.
El Street View de Google Maps cuenta con fotos de 2008 de los alrededores y comparar el aspecto de los carteles o ver el parking de la entrada lleno de coches te deja con una sensación extraña.
Para la mayoría de nosotros esta la primera vez que entramos en un lugar así y no sabemos que esperar.
Cruzando el espacio abierto que una vez hacía de parking llegamos a la primera nave, la más grande de todas.
Ahí encontramos todo tipo de grafitis, chatarra y restos, lo cual no cambiará en toda la visita. Nos asomamos a ver el fondo de un agujero en el suelo, algunos manteniendo más distancia del borde que otros.
A través de una entrada lateral pasamos a la otra nave, más pequeña que la primera. Hacemos el amago de entrar en unas habitaciones oscuras pero salimos antes del edificio.
Nada más salir al patio exterior de la entrada encontramos una alcantarilla curiosamente cubierta con una puerta blanca de madera y a su lado un montón de basura cubierta de aceite.
Al lado de la nave encontramos una entrada a las habitaciones oscuras de antes. Nada más entrar, un grafiti nos invita a subir al segundo piso. Solo tres de nosotros subimos.
Arriba nos encontramos en una sala más amplia que las demás, con ventanas a nuestra derecha y otras habitaciones a la izquierda.
En la habitación del fondo hallamos una comedor y la merienda abandonada de otro grupo. No parece que halla pasado mucho tiempo desde que se fueron.
Dejamos detrás las naves para pasar a la sección oeste de la zona. Pasado un cartel de peligro avisando de los riesgos de la zona, encontramos a mano derecha todo tipo de restos, materiales y basura.
Delante del edificio que tenemos en frente y debajo de un árbol triste (literalmente) encontramos aún más basura.
Aquí es más variada, habiendo cuadernos, monitores y una caja llena de llaves y lápices.
Entrando a través de los escombros de un edificio a nuestra izquierda, llegamos a lo que parece ser la nave principal de la fábrica. No entra mucha luz y el suelo está cubierto de restos de cerámica y muebles.
Algunos nos adentramos más buscando curiosidades por el suelo, pero nos apresuramos a salir cuando nos parece oír risas y voces al otro lado de la nave.
Más allá de los montones de basura llegamos al otro lado de la zona. A través de una verja y por encima del muro vemos las vías y una estación abandonada.
Seguimos el muro por el exterior de la última nave hasta oír ruidos y golpes fuertes, más o menos del mismo sitio que las risas de antes. Nos damos la vuelta y volvemos al coche mientras se pone el sol.